Página 42 - FAD JULIO 2012

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F
A
D
Visió perifèrica
La próstata y la motosierra
Lo que son las cosas. El mismo día que
me decidí a escribir este artículo a mi
padre le hicieron un trabajito f ino de
engrase y puesta a punto en los bajos
por la vía rápida, cortesía del urólogo
del seguro más cercano. Casualidades
de la vida, querido lector. La cosa es
que la diosa Fortuna, la misma de la
Roma clásica que puso de moda llevar
un paquete de tabaco rubio en los plie-
gues de la
paenula
quiso que la septuage-
naria próstata de mi padre saliera ilesa
del lance sin otra pérdida aparente que
la de la dignidad machista de un hombre
que aprendió de chiquito a no llorar, a no
quejarse y aquello de que
cada palo aguanta
su vela
hasta que se rompe el mástil. Si
este milagro de la cirugía se produjo
gracias a la intervención de San Cris-
tóbal Montoro, beato mártir de la Iglesia
de la Anunciación del Recorte Vesper-
tino o al buen funcionamiento del sistema
sanitario público queda por decidirse en
los mentideros gaditanos; el caso es que el
abuelo está contento con el trato.
A pesar del éxito familiar en la categoría
de resurrección prostática es difícil para
el que suscribe comentar lo de los recortes
al presupuesto sanitar io en España.
Porque no se me sube la rama del perejil
cuando desde el Telediario me desayunan
cada viernes con otro recorte potencial
a la nómina, al poder adquisitivo y a
las ganas de seguir pagando impuestos.
Dicen en mi pueblo que
los mirones son de
palo y dan tabaco
así que, ateniéndome a
lo dicho, mi
menda
ni quita ni pone en
el choteo que se trae la sanidad pública
española con el contribuyente. De todas
formas el régimen de adelgazamiento
económico a base de recorte semanal me
suena a cachondeo fino, del que te sienta
como una patada en el píloro nada más
mentarlo. Le aseguro, sufrido lector, que
tengo mis problemas con el sistema sani-
tario norteamericano; no le quepa duda
que aquí no atamos los perros con longa-
niza pero indiscutiblemente, y a dife-
rencia de lo que esta pasando en España,
yo me meto en mi cama neoyorquina
sin temor a que el portavoz del
New York
Health Department
saque el hocico del
pesebre y me encasquete un recorte sani-
tario en todo lo alto. No está por tanto
en mi ánimo, sempiterno lector, jugar a
comentarista de salón porque con la que
está cayendo sospecho que está usted de
cifras y gráficos hasta el mismo forro. Por
ello, y con la perspectiva que me dan el
tiempo, la distancia y las pocas ganas de
escribir gilipolleces me juego dos bocatas
de calamares con
alioli
a que usted
también se veía venir que la sanidad
pública iba a dar un petardazo tarde o
temprano.
Con l as por t adas de los d i ar ios
chorreando malas noticias sospecho que
el personal se lo va a seguir comiendo
calentito en el mercado laboral durante
una temporada, dando más por menos y
con la boca cerrada para que no entren
moscas; el que tenga trabajo claro está,
porque a los cinco millones y pico de
parroquianos que rellenan la quiniela en
la cola del paro, el mercado laboral les
está dedicando un corte de mangas de
los de vuelta al ruedo. Fresco de cuando
escribo estas líneas, el Gobierno español
recorta las prestaciones sanitarias de los
jubi lados introduciendo el copago en
medicamentos y disminuyendo cober-
tura en ortopedias y prótesis. Ante-
ayer Ana Mato defendía la necesidad
de negar asistencia sanitar ia a resi-
dentes indocumentados y hace menos
de una semana Esperanza Aguirre se
planteaba en rueda de prensa limitar el
número de tests diagnósticos, acortar
días de estancia hospitalaria y rebajar el
montante destinado a medicina preven-
tiva como quien no quiere la cosa; todo
ello con el simpático Luis de Guindos
anunciando la interrupción inmediata
en la contratación de personal público
y congelando sueldos hasta que a los
leones del Congreso les salga caspa. Esto
no es recortar, una acción que sugiere
al lector el uso cuidadoso de tijeras allá
donde resulta necesario; esto es la versión
castiza del
Texas Chainsaw Massacre
en
materia económica.
Me atrevo a partir de aquí y con el
permiso del respetable a trazar un par de
líneas generales para aportar cierta pers-
pectiva al marrón que usted, impávido
lector, se lleva comiendo últimamente;
un marrón como digo con el que usted se
halla familiarizado desde hace más de dos
décadas. Decía Unamuno que el fascismo
se cura leyendo y el racismo viajando. Con
el respeto que merecen las reflexiones de
don Miguel añadiría que viajar también
cura la estrechez de miras, la autocompla-
cencia y la tendencia a mirarse la pelusa
del ombligo. Ver y sentir en carnes propias
como se despachan en plazas extranjeras
berracos (con b o con v, lo mismo da) idén-
ticos a los que usted lidia a diario le pone
los puntos sobre las ies al más pintado.
José Polo Traverso
PT, OCS, FAAOMPT
“Lamento que el cáncer se haya extendido a la prósta-
ta señor Pérez. La buena noticia es que nuestro cajero
acepta todas las tarjeta de crédito.”